miércoles, 21 de septiembre de 2016

La era de la emoción

Foto de Fundación Educación Emocional


De un tiempo a esta parte, -lo que no quiere decir que antes fuese menos importante-, es fácil escuchar la palabra educación ligada a la palabra emoción. Y digo de un tiempo a esta parte porque a pesar de haber estudiado de forma teórica las diferentes visiones sobre cómo educación y emoción van unidas, esta última no se materializaba en el aula de forma consciente. 

A pesar del bombardeo de información todavía veo con frecuencia cómo la emoción en la escuela es un tema difícil de abordar. Por varios motivos. El primero porque hablar de emociones con los niños y niñas, aprender a descubrir cómo se sienten y mostrarles cómo deben expresarlo requiere que tu conocimiento de ti mismo también sea grande. ¿Somos capaces nosotros mismos de distinguir cuando estamos enfadados de cuando estamos tristes? ¿Podemos hablar con claridad sobre qué significa sentirse decepcionado, qué es tener miedo, cuántos tipos de amor existen? La formación del profesorado es imprescindible cuando nos enfrentamos a temas tan poco tangibles, porque nuestras palabras, nuestros ejemplos y nuestra actitud van a ser un espejo importante en el que nuestros alumnos se miren. El segundo motivo es el peso que sigue teniendo la educación tradicional de papel y lápiz a pesar de la multitud de metodologías educativas nuevas que van surgiendo y que están demostrando resultados excelentes.

- Podríamos aprovechar las sesiones de tutoría para trabajar un proyecto trimestral o anual sobre emociones. Podemos usar metodologías más activas, darles la oportunidad de que se expresen...

- También podríamos hacer un cuadernillo de fichas con comprensiones lectoras ya que hemos quitado esa hora de lengua

Seguro que muchos os veis reflejado en estas palabras.

Pero las emociones están ahí, son parte intrínseca de cada individuo y si pretendemos relegarlas de la escuela nos estamos olvidando de ofrecer una educación completa. La escuela, además, tiene que apostar por promover en el aula emociones positivas que despierten el deseo de aprender. Alegría, entusiasmo, ilusión...de otra forma nos veremos en unos años con una generación de alumnos que tienen toda la información del mundo al alcance de un clic y a los que no les interesa nada de lo que pase a su alrededor.

Tenemos que dejarnos emocionar por ellos y tenemos que procurar que la escuela los emocione. ¿Qué nos queda si no?

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